La
semana santa siempre me hace pensar en un viaje que hice a Jerusalén hace unos
años. Tuve el privilegio de estar una semana en Israel pasando por los sitios
donde andaba Jesús.
Una
parte especial del viaje fue una visita a Capernaúm y a Nazaret. Pudimos
visitar los dos pueblos en la misma tarde puesto que están cerca
geográficamente. Esto me hizo pensar en las reacciones diferentes que recibió
Jesús en aquellos lugares, a pesar de ser vecinos los dos pueblos. Cuando Jesús
fue a Nazaret, no pudo hacer muchas maravillas (Marcos 6:1-6), sin embargo, al
ministrar en Capernaúm tuvo mucho éxito (Marcos 2:1-12; Mateo 8:5-17). Sin
lugar a dudas, Jesús era la misma persona con la misma unción y llamamiento en
cada lugar. Él no cambia. ¿Dónde, pues, reside la diferencia?
Quizá
la respuesta se encuentre en la teología de Pablo en cuanto a la batalla para
la mente (2 Corintios 10:4-5). Los nazarenos tenían una mente más cínica
mientras que los de Capernaúm parecían abrazar el ministerio del Espíritu con
fe y entusiasmo. Para desarrollar señales y maravillas en las iglesias de hoy,
será necesario ‘destruir las fortalezas’ pero éstas no son demonios malignos
volando por el aire, sino mentalidades negativas y escépticas que existen en
nuestra cabeza.
Muchos
cristianos, por ejemplo, creen que para experimentar un milagro es imperativo
hacer una de dos cosas: o visitar a otro sitio- a lo mejor una conferencia o
una zona en avivamiento- o esperar la visita de un predicador ungido a nuestra
iglesia local. La idea común es que los milagros no suceden los domingos en la
iglesia local ya que sólo está el pastor. Ése fue el problema que Nazaret tenía
con Jesús- ¡Él era el chaval local! Como evangelista itinerante, he encontrado
mucho favor y fe cuando ministro en la iglesia de otra persona, pero como
pastor local, veo pocos resultados. Hay algo peculiar en nosotros que considera
que un predicador invitado es ‘más poderoso’ y este tipo de pensamiento erróneo
tiene que desvanecerse. Si queremos ver los resultados de Capernaúm, tenemos
que ver milagros llevados a cabo por las manos de los ancianos locales en
iglesias locales.
Hablando
estadísticamente, parece ser que haya más milagros en el extranjero. Mi
experiencia es que allí el nivel de incredulidad está más bajo. No obstante,
Jesús dijo que solamente se requiere un tamaño pequeño de fe. En Lucas 17:5-10,
enseñó que lo milagroso no depende del tamaño de la fe, sino de si la ponemos
por obra o no. La fe se puede volver perezosa si no se ejerce. Si nunca has
orado por un dolor de cabeza, te resultará difícil orar y creer por los
paralizados o los enfermos terminales. La fe ha de desarrollarse, como un
músculo, y se hará cada vez más fuerte. Así que, si tu fe está débil, solamente
tienes que empezar a usarla. ¡Jesús te promete que crecerá!
En
las últimas décadas, se ha despertado una expectación por una ola poderosa de
milagros, pero están reservados para ‘el avivamiento por venir.’ ¡Qué tontería!
No me malinterpretes, yo confío en que llegarán mejores días. Hay reuniones de
oración y de avivamiento que son de gran bendición. Pero un gran peligro podría
acompañar esta doctrina de ‘esperar’ y ‘orar.’ Alabado sea Dios si viene
avivamiento, pero, ¿Qué hay para ahora? Seguramente, el bautismo en el Espíritu
Santo es avivamiento. Si tan solo usáramos el poder de lo alto que hemos
recibido. Estoy seguro de que esto es lo que creyeron nuestros padres
pentecostales. Aunque sea polémico: no necesitamos más poder. ¡La llave, como
siempre, es acción con denuedo!
Una
creencia errónea en el ‘Dios de mañana’ existía en los días de Jesús también.
Cuando habló de Isaías 61 la muchedumbre escuchó con mucho gusto hasta que
Jesús sugirió que la unción estaba presente (Lucas 4:14-30). Marta lloró a la
tumba de su hermano, deseando que Jesús hubiera estado presente en el pasado,
confiando en que Él haría algo maravilloso en el futuro distante y lejano (Juan
11). Pero Jesús era la Resurrección, allí parado delante de sus ojos. Dejemos
de esperar y empecemos a actuar sobre las promesas de la Escritura, las cuales
son eternas y para cada generación.
La
buena noticia es que si ahora mismo eres un ciudadano de Nazaret, para
trasladarte a Capernaúm, no hay mucha distancia.
Pastor de las Asambleas de Dios en Cambridge, Reino Unido
Traducido por William Graham